Pablo Gungolo sobre 18 éxitos para el verano, de Mauro Lo Coco


Todo sigue igual, todo sigue igual de bien.
Sobre 18 éxitos para el verano, de Mauro Lo Coco
zindo & gafuri, 2012.




Mirando la comida ya fría,
no creo que esté hecha con amor.
No importa, hoy celebraremos como familia,
que más o menos sigue como quiero yo.
Más o menos bien

(Más o menos bien - El mató a un policia motorizado)




A un lugar donde de tanta cotidianeidad subyace la rutina, a una periferia donde fracasos y pequeños triunfos silenciosos de vecinos, amigos y familiares construyen la utopía condicionada de una clase social marcada, en un territorio urbano-conurbano y sus zonas de contacto, a ese lugar remiten los 18 éxitos para el verano: titulo de disco compacto, de esos que contienen canciones pegadizas y una tapa berreta, que explotan una temporada y a la siguiente ya consumidos aún perduran -a veces como reversionados hits-. La idea de los tracks aquí es remplazada por poemas de situaciones donde aparentemente nada importante sucede, un claro ejemplo es “puro remix/flúor” - último poema y de largo aliento, tanto que su extensión equivale a la mitad del libro-  donde tres amigos comparten un día y la compra de una boa para un departamento, sin embargo esta situación es la excusa para que el autor se posicione ante temas más profundos: la muerte, la amistad, la lealtad y el amor con una posición política en un tiempo y espacio bien determinado, ”que linda era esa época/ no había laburo y andábamos en cualquiera todo el día/ sin culpa y sin dar explicaciones/ porque todo el país estaba igual/ lleno de juventud como nosotros/ te juro/ era el mejor momento para ser joven/ cuando nos tocó a nosotros/ no tenias culpa de nada/ y nada te importaba porque igual era al pedo”.  

Sin grandes transgresiones líricas ni muchos encabalgamientos el ritmo de los poemas toma un too conversacional, el mensaje limpio se construye prescindiendo de pinceladas metafóricas y las imágenes se montan en la lengua con una simpleza que logra acontecimientos reconocibles, de este modo cada poemas es una fotografía y por lo tanto la imagen es indivisible: "si yo tengo una fiambrería/ y estoy con el queso todo el día/ comiendo queso cortando queso/ esto es lo mismo: // te echan te indemnizan/ comprás un auto, los pones a remisear/ al tiempo estas remiseando vos/ ¿qué vas a querer ir a la costa en coche?


Los objetos son remises, cortadoras de fiambre, heladeras, casetes, pizzas y panchos; las marcas, sanyo, odez, coca-cola, carrefour, paty y los nombres/sobrenombres de los protagonistas, el tano, el gordo, Rubén, Néstor, Elsa son el hilo conductor de las anécdotas. La suma de estos elementos hace de los poemas un lugar cercano e identificable. A partir de esta intimidad se teje un entramado de voces reales que existen y a las que les pasan cosas similares a las del poeta y a mí que escribo su reseña.


Este mundo real creado por el autor, que parte desde el ejemplo a fin de lograr la teoría general retrata en tiempo directo al hombre que nunca logrará ni piensa lograr la gloria como inmaculado concepto, sino en el que piensa en el inmediato y tangible futuro, y las herramientas necesarias para ganar el pan: “te decía que me estoy animando / a hacer cositas de plomería…”, o para olvidar:”hoy estoy decidido a tirar todo/… “la foto de betina también” o para decidir: “da igual/ trabajar/ no trabajar”. Dentro de este paisaje, las voces líricas ponen sobre la mesa fragmentos de sus vidas habituales y su representación con un espíritu de subsistencia: “le pusimos colita pero/ respondía cualquier apodo con tal de comer.” Y como en la vida, es así, aprendemos a ser felices así…


Pablo Gungolo







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