Celeste Diéguez sobre El lado Ciego, de Carlos Battilana


El espeso campo con que el silencio avanzaba.
Sobre El lado ciego, de Carlos Battilana
zindo & gafuri, 2013.






Hablar del lado ciego  es hablar del lado que no ve y  del lado que no se ve;  lo que no  posee  la luz de la visión, pero también en su acepción deportiva,  el lado del cuerpo del jugador, que queda más desprotegido, más vulnerable al  ataque externo.
El lado ciego, es un libro que nos sorprende. Sin estridencias  , en ese  estilo  minucioso  al que nos tiene acostumbrados Battilana ;  el ejercicio de una  imprevisibilidad creciente va modelando un particular efecto  : exhibir  la insalvable incongruencia entre lo real y lo escrito, entre el lado de las cosas cargadas de vida que respiran  y ese otro lado ,abiótico dónde las palabras, la sintaxis y sus procedimientos;   darán  comienzo a una forma de vida, de naturaleza diversa.
La pregunta por los  modos  en que lo real  aparece  en la escritura, es  una cuestión que circula a lo largo de toda la producción de este autor. La  reedición de El lado ciego  de Carlos Battilana nos permite rastrear  en el flujo de continuidades y rupturas de su obra cómo  ciertas  preocupaciones   se han ido convirtiendo en los rasgos de madurez  de un estilo particular y reconocible.
“La llama viva de la vida ¿dónde está?”
 Como si el objetivo fuera  echar luz  al proceso ciego  en el que  lo real  paga  el peaje de ingreso a lo lingüístico;  Battilana traza una línea para aislar y depurar su objeto, para limpiar su lugar de trabajo. Si la vida sucede afuera  ;  en la respiración, en el movimiento   ¿Cómo ingresa lo real en el poema? ¿ Qué es lo que pervive al cruzar la línea?
La lógica de El lado ciego no es externa, no responde a las reglas del mundo o de la razón,  debe buscarse al interior del cuerpo del texto, casi al nivel de la frase, y nunca es transparente, evidente o esperable;  como si de una concatenación de oscuridades, de cegueras sucesivas, de tanteos  se pudiera obtener  algún tipo de iluminación. Donde reina el hábito, la repetición, la costumbre es posible instaurar algún orden que escape al azar: “En la repetición sucede algo”
No hay una  concordancia a  predecir. El sistema de lo habitual se ha  roto:   ”Si respira un poco más, desfallece”. Esta frustración de lo esperable  entre oraciones y aun al interior de la misma, ejecuta la idea general del libro   ; no puede haber  equivalencia entre las palabras y las cosas;  el pasado no representa ningún alivio ni explicación para el presente: “No tiene perdón ni sentido su pasado”.  Como si los términos fueran  vaciados para llenarse en su funcionamiento, tanto  en  la  disposición de los  bloques de prosa poética que lo estructuran; como en  el híper codificado y  caprichoso territorio  sintáctico que despliega  ,  no importa lo que precede o sucede.  Todo debe sostenerse por sí mismo, apoyarse en la inmanencia de un sentido recién inaugurado   .
En ese lugar sombrío intra muros es donde trabaja el poema, reducto imaginado, “pétreo y oscuro”, sin calor, sin luz, sin aire, “una sombra  helada”  con la consistencia sólida de un bloque:   “Una joya, casi” que se cincela, una materia distinta y distante que pone orden sobre la multiplicidad desbordante del afuera. Adentro,  el silencio es  el sustrato,  ese  :“espeso campo ”  donde surgirá esperada y costosa  la única vida posible, la de una voz poética que,  con esfuerzo , se erige oscuramente, piedra sobre piedra .
La  particularidad del reino mineral radica en  que no desarrolla una forma  con las coordenadas de la vida. Su evolución (movimiento y cambio) es azarosa, producto de factores externos. La piedra, figura recurrente,  no es sensible de la misma manera que lo vivo: “No sabe oír, ni tampoco mirar”;  está ciega,  se talla obediente a un ritmo privado y lento, sin apuro. Desde ese no saber,  desde esa insensatez, es donde se parte, donde se inicia el movimiento.
“Si pudiera aplastaría con hielo todos los días .Los quemaría.”.Así como el hielo es  agua que adopta momentáneamente la rigidez de la piedra,   así como  el movimiento se vuelve  sólido, la vida se puede  congelar  en el molde del signo. ¿Qué es la escritura sino tratar de congelar el instante  para conservarlo, para retener algo de su integridad vital aunque haya mutado en otra cosa? El hielo,  que puede quemar y aplastar  , a la vez conserva.  “La intemperie del instante” ese  presente continuo de la  escritura ,será el único  tiempo posible para ese lado ciego  que sólo interactúa  con el pasado  para tomar  lo que necesita o para deshacerse de él  y dónde  el futuro aparece  como algo temido : “apenas un designio fatal,  del que nada quiere saber”.
“En ese afán de que las cosas se acomoden a su percepción, se halla insensato a los signos del mundo”.  Ahí donde el escritor no es  insensible a las impresiones que el  mundo le genera, sino insensato;  porque aunque lo  sabe  inútil, continuará escribiéndolo  y es precisamente ahí  en esa derrota asumida de antemano, en “ ese inútil desencanto” dónde se encuentra  la posibilidad  de hallar en el ejercicio de los signos  algún  sentido .
Si algo de  aire ingresa  al recinto ciego, será en forma de viento para  erosionar  o limpiar. Llevarse lo que sobra, dejar sólo lo justo .  Battilana desarrolla   una poética de la reducción, de la austeridad .  Palabras que  como piedras, exhiben  su materialidad en tanto términos que se  conjugan y chocan: “Sonido a sonido, palabra por palabra, recoge del viento aquello que no se entenderá.”   Hace su tarea,  escatimando  la superficie   : “Se pliega, reduce sus palabras al mínimo .Extrae de su silencio algo del mal”. El viento es la expresión  del movimiento del aire, no se ve más que por sus efectos.
“Con las letras de las palabras, ordena el mundo. Pero el mundo está hecho de materias, de desvíos, de bloques irrespirables”.  Y  ese orden alterno de las palabras, no  deja  de ser un artificio, la  elección formal de una serie, un ritmo; donde  lo real desborda cualquier escritura: “Esconde sus manos, sabe que le ha tocado un peso intraducible”. El lado ciego  nos recuerda  que no puede haber  traducción posible, pero que  en ese desacuerdo   se apoya la potencia  de la literatura: La chispa que surge cuando  lo real logra cruzar la línea y se ilumina.

Celeste Diéguez









                                                                             

No hay comentarios:

Publicar un comentario