Marcelo Díaz sobre Conspiración de perlas que trasmigran, de Ana Claudia Díaz


Diario de playa.
          Sobre Conspiración de perlas que trasmigran, de Ana Claudia Díaz
          zindo & gafuri, 2013.





“el mar es el ruido que se fija/ en la palabra mar: ni espuma ni agua,/ solo el rumor del mar que lo marea,/ solo el mar tartamudo que repite/ mar, mar,mar, sin dejarle nada más/ que el amargo sabor del mar marcado/ en la lengua”
Carlos Shilling


No sé del todo por qué cuando pienso en los poemas que arman “conspiración de perlas que trasmigran” tiendo a formular relaciones con los sonidos de una playa como si se dibujara un paisaje acústico en el que se narra una historia en la que los personajes conviven con objetos, tormentas, animales e insectos comúnmente identificados con la geografía del interior tejiendo un campo magnético de significados que se integran y se replican a lo largo de todo el libro.
Hay una conectividad con el mar y los sentidos que lo rodean vibrando como en la frecuencia sonora repetitiva que nace desde el centro de un caracol marino: Entiendo/ las cerezas son como piedras que se acomodan en un río/ si se desbarranca el océano brillante/ capaz después encuentro/ la llanura fértil igual / y el invierno, como rastro de un naufragio. Naufragar, imagino, es una imagen recurrente en el universo costero y una analogía que se literaliza si tenemos en cuenta la posición y el lugar desde el cual se ubica la voz poética, una zona fronteriza entre la provincia y esa pileta natural infinita que es el océano refractando y materializando la luz solar en las otras voces que circulan en el texto: Ajeados también nuestros rostros, de tanta arena que vuela/ ahí arriba repleta de vestigios/ quedaron señales que eran signos de realidad/rasgos entrelazados, y cada una de las partes del tiempo/ en las que elegimos regresar hasta la culpa, luciéndonos. Habitar una región de provincia evoca una serie de representaciones que representan el interior como un recipiente vacío, o hueco, una especie de limbo desde el que se observan las repetidas sucesiones de codornices, de cerezos dando frutos, de rutinas pueblerinas con sus baldíos y sus negocios de barrio o de topos escarbando y enrollando cuadrantes de tierra una y otra vez.
De esta forma la subjetividad de la voz que está presente en los versos se disgrega o dispersa. Una explicación física sostendría que el movimiento de las aguas es una vibración consecuencia de una alteración en su propio equilibrio así los poemas se integran o enlazan como ondas que se propagan siempre en diferentes direcciones pero, por más que suene contradictorio, entre alteraciones programadas que terminan por desaparecer en un mismo punto. En un momento se nos explica: Retener el tiempo/ como forma de impedir que avance y desaparezca/ la imagen que queremos y mostramos de nosotros mismos. El libro funciona de una forma parecida a una caja de resonancia que artificialmente captura los sonidos de su entorno y los atrapa dentro suyo mientras el ambiente exterior contenido en las paredes se amplifica y nos devuelve nuestra voz como una fuerza increíble y lejana hecha de sonidos desarticulados vibrando en una frecuencia intraducible.

Marcelo Díaz.







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