Romina Freschi sobre Conspiración de perlas que trasmigran, de Ana Claudia Díaz


Sobre la Conspiración de Ana Claudia
Sobre Conspiración de perlas que trasmigran, de Ana Claudia Díaz
zindo & gafuri, 2013



Como si los lugares tomaran consistencia al viajar, es un verso de Roberto Echavarren. Su poema, Ombligo, reza también direcciones y velocidades siderales: el ombligo del universo es la tierra entera y una letra desatada como por un tornado abre las bahías del mundo.
En la velocidad se juega una relación con el espacio-tiempo. En la velocidad también se juega el ritmo, y en ese jugar, algo ocurre. El título de este poemario nos da la clave. Algo trasmigra, va de un lugar a otro, de un tiempo a otro, de un estado a otro. Y en todo eso que cambia, cambia el cuerpo, al tiempo que cambia el alma: toma consistencia al viajar.

De pronto
todo se ha vuelto una confusión acoplada
el crepúsculo desértico de la repetición.
Cae la noche
se desliza entre las algas y los tamariscos
rueda levemente
hasta quebrar las fronteras
narcisa, arremolinándonos la memoria.
(la noche en serpentina)

Reina del vértigo, Ana Claudia propone un espacio sideral. El escenario para sus poemas es la tierra entera y sus revoluciones. El tiempo es lo único que pasa, pero con eso, todo el movimiento. Algo tan cotidiano como el día, o el año, la noche, el verano. Pero con atención constante a lo que el cosmos propone: un moverse incesante, vertiginoso.
Las “estaciones” son claves, lugares que marcan un recorrido son también los cambios climáticos, el perihelio y el afelio del cuerpo celeste de la tierra. Y sin embargo, no se trata solo de ese empujar mecánico de los astros, hay que agregar otros tiempos: el tiempo de los sueños, el tiempo de la razón, el tiempo del arte, el tiempo de caminar o correr, el de la ola, el del viento, el de la arena...
Y además, si todo pasa es que perece: registrarlo es estar atento a una fragilidad incesante, una fuga que, indetenible, solo podemos apreciar con detenimiento, como lo hace Ana Claudia.
Así es como fluye el camino, siempre, el paisaje se desdibuja en planos que incluyen varias opciones, negando siempre la fijación de lo real en una sola imagen. El camino que hacemos al andar, es siempre otro camino. ¿Cómo no perdernos así? La tierra viene entonces a auxiliarnos con sus medidas, su “geo”- “metría”. Las líneas, los caminos, se forman como la unión de dos puntos.  “Yo y vos”, “Vos y yo” podemos cada vez formar una línea. Ana Claudia concibe así una geometría propia, poética, relacional.
Cierto es que Ana Claudia alude en ocasiones a la fotografía, pero esos casos son una escama más de una hojarasca de imágenes siempre en movimiento. La foto fija siempre es engañosa, puesto que es la piedra fundamental de un maremoto, una traslación que en ese mismo punto en el que estamos,  nos transforma. La foto es finalmente una reflexión, eco u espejo que al reproducirnos, da forma al pensamiento.
Dividido en tres partes: El eco de Narcisa, Conspiración de perlas que trasmigran (dando título al volumen)  y Perihelio, este libro logra dos cosas – por lo menos - que hoy por hoy nos son muy necesarias por dos motivos que se bifurcan también como senderos y jardines: una es la de devolvernos en el lenguaje un aluvión que parece seco en el coloquialismo de la media poética; la segunda, no sin relación con la primera, es la de la posibilidad que nos ofrece  de migrar a través de la poesía. Y todo eso es refrescante, porque estamos secos en la media (el zoquete)  y porque el poder de la poesía está en sacarnos, cambiarnos, aliviarnos, hacernos tomar consistencia: no en modelar medias (otra vez los zoquetes) verdades con prolija, formada, occidental, paternal enunciación.
Como reza el final de este libro “Ya no hay una fuerza insoportable para modelar el progreso. Eso fue una tregua.


O eras vos.

Romina Freschi






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