Andi Nachon sobre La dura materia del pensamiento , de Liliana García Carril


Sobre La dura materia del pensamiento, de Liliana Garcia Carril
zindo & gafuri, 2015




La dura materia del pensamiento y su sistema recursivo. Hay un vaso, una cocina vacía, un balcón y una gata que va y viene por los días. Hay una mujer que mira y decide allí construir un universo. Y lo hace, casi, como si siguiera al pie de la letra el consejo del cuento de Carson Mac Culler, ese donde un hombre que acaba de perder a su amor afirma que antes de amar a una persona hay que empezar por cosas más pequeñas: cuidar de una piedra, de un árbol.
Poemas moldeados con materias concretas: papas, caldos, agua en ebullición. Sin embargo, entrás a ellos como quien baja del mismo colectivo que cada tarde lo traslada pero esta vez, pone el pie en la vereda y no reconoce el lugar, la dirección, el sentido del traslado. Y así sucede el vértigo. Una y otra vez al leer este libro, pasa eso: vivenciás un mecanismo que intenta dar sentido a un universo que se niega a las certidumbres del sentido. Lo real se desdice y exige del poema una voluntad que termina siendo un mecanismo de fe: dioses a los que podríamos pedirles algo.
Leo estos poemas y aparece un “yo” que es una “ella”. Fundante, se para en el corazón vacío de esa cocina, mira y toma la palabra -como si tomara una ducha o un vaso de agua- de esta manera la voz de la dura materia del pensamiento, levanta un espacio que la contenga. Pocos elementos: palabras, miradas, ideas. Vuelve una y otra vez sobre ellos, en una forma de volver sobre sí misma: materia dura, hueso duro de roer, un yo que mira de frente su propio campo experimental y lo enfrenta. La realidad se trastoca, incómoda, como ese pensamiento que se construye sobre palabras y en un instante es sensación que desborda. “Lamerse las heridas o lamer el yo de la contemplación”: reconocerse perdida en la misma pérdida de la cocina vacía.
Así, el poema se abre y se cierra sobre sí mismo en el artificio del distanciamiento que la voz sostiene contra viento y marea. “A veces, tengo un día…” Se confiesa e inmediatamente ese día se acredita. No se lo tiene como a un gato, aunque ese día “sabe durar más” que una o casi, ser “más real que yo misma”.
Entre la distancia y la extrema cercanía, con un pie sobre la entrega que se detiene en la música del viento por el plátano y “trata de imaginar la dicha del percusionista” y el otro en la atención que “vigila el sueño de los que se rinden/de los que ceden, de los que se entregan /a soñar que sueñan que duermen.”
Irreverente, esta voz reina: se burla de ella y de sus pesares, se ríe de los días que se creen capaces de librarse de ella, se atreve a mostrar su obsesión y la transforma en poema. Así por momentos puro brillo que toma el vacío entre el balcón y la caída a la vereda.
Esa clase de intensidad logra La dura materia del pensamiento que Liliana aquí nos entrega, entre el desparpajo y la precisión de un mecanismo de relojería. En su loco girar, se arriesga y se atreve a afirmar:  “Doy vueltas por la casa
como si pudiera vigilar el curso
de su tránsito oscuro, quisiera
una revelación razonable,
argumentos que convenzan
de la virtud de vivir
con los pies en la Tierra.”

Y “La dura materia del pensamiento” afirma que los únicos argumentos válidos se erigen ahí donde la palabra se toma y se hace poema. Celebremos entonces la aparición de este libro, el tiempo en que consolidó y el lugar que se hizo. Celebremos la posibilidad de leerlo y entrar en su universo, su emoción contenida que interpela una realidad que se nos resiste, un sentido donde “flotan fragmentos / que pudieran ser pistas /para construir /los días que vendrán.”  



Andi Nachon
Noviembre, 2015





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