Yo no creo en la belleza, pero que la hay…
Sobre Una máquina que drena lo celeste, de Luis Eduardo García
zindo & gafuri, 2014
“Hay
un castigo liviano / para todo lo que es hermoso”
(Segovia, Daniel Durand)
(Segovia, Daniel Durand)
Una máquina que drena lo celeste, de Luis Eduardo García (Guadalajara, México, 1984) es una selección de poemas de sus libros La música alejándose (2008), Pájaros lanzallamas (2011), Dos estudios a partir de la descomposición de Marcos Rothkowitz (Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino, México, 2012), Instrucciones para destruir mantarrayas (2013), más el poema inédito que le da el original título al libro, en el que adelanta la relación sarcástica que el poeta mantendrá con la belleza en su concepción clásica.
Luis Eduardo utiliza
la ironía y el sentido del humor en el modo en que incorpora a sus poemas el
mundo cultural que lo rodea, sus influencias artísticas e intelectuales desparramadas
por casi todo el libro (artistas plásticos, estrellas de lucha libre, estrellas
porno y de cine clase B, escritores, rock stars, personajes de películas y de cuentos
infantiles clásicos, etc.). Estas referencias se reciclan al interior del poema,
extrayendo toda referencia del aura celestial que rodea a la obra artística, y bajándola
al mundo humano del poeta para que sufra las miserias de la cotidianeidad. La
ironía funciona como el tamiz que le permite filtrar de su experiencia
artística los elementos potenciales para armar un poema-collage. En un tono
provocativo el autor osa remixar con escepticismo referencias a clásicos de la
literatura, lugares comunes del mundillo artístico, representaciones típicas de
la cultura pop, iconografía bíblica, etc., lo que genera como efecto, por un
lado, una intención crítica respecto a los standard culturales de belleza y,
por otro, la sensación de que el poeta se pone a sí mismo en una situación de
contradicción constante.
Como alguien
que sospecha de su poder maligno y prefiere refugiarse en el escepticismo, Luis
Eduardo trata a la belleza como un adorno sin profundidad. Retomando el prólogo
de Daniel Bencomo, se puede decir que Luis Eduardo García actualiza el
imaginario de una forma juguetona y experimental.
Cristhian Monti
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