zindo & gafuri, 2016
Recuerdo como si fuera hoy el día
en que hablamos por primera vez. Era un jueves por la tarde. Otra amiga en
común, también llamada Agustina, nos había puesto en contacto. Agus tenía unos
textos y quería hacer algo con ellos. No sabía bien qué, pero conocía su
impulso y eso no era poca cosa. Quedamos en encontrarnos a los pocos días, el
lunes siguiente, y recuerdo que algo me hizo frenarla: “pará, tenemos que ver
si funcionamos trabajando juntas”. Eso le dije, pero ella tenía un impulso
feroz y decidido, un torbellino de ganas, un deseo que estaba empezando a poner
en acto. ¿Cómo frenarla?
Traigo esta imagen acá, hoy,
porque más allá de pintarla de cuerpo entero, de ganas enteras, esa anécdota
también sirve para presentar este libro. Cuando llegó a casa, Agus no escribía
en verso. Jamás lo había hecho. Y no sé bien cómo se fue dando esa
transformación, ese tráfico, pero sé que fue instantáneo, que aprehendió,
quiero decir que tomó, que hizo propio, ese modo, con una naturalidad y una
frescura que podrían pasmar a muchos. En medio del proceso en que se fue
gestando Impar, ella también aprehendió otros lenguajes, se
hizo, por ejemplo, de la cerámica, de la
encuadernación, y entonces, pronto, todas sus manos, todas sus voces, empezaron
a tramar, a darle forma a algo que bullía y que se le podría haber escapado por
todos los costados, pero no.
Impar lleva ese gesto primitivo, esa fuerza de quien se para por
primera vez ante un mundo y dice. ¿Pero, qué dice Impar? Más que decir, construye, funda en versos y poemas cortos
que funcionan como un hacha, un yo poético que sabe siempre en tránsito. Que
puede decir cosas como: “Estoy prendida fuego” o “Mis pies echan raíces” o
“Desarraigada de todos / me descubro a diario / atada a nada”. Se trata de un
yo poético, de una voz, que transita a lo largo de tres etapas o capítulos –“Desapego”,
“Reunión de mí” y “Puente de los dos”–, que son más bien postas de un camino no
definitivo, que siempre se reescribe, que no tiene un único final.
Hay, en Impar, una consciencia de lo propio y de lo ajeno y de los vínculos
que entre ellos pueden construirse y destruirse. El poema que da nombre al
libro es, tal vez, el ejemplo más acabado de esto: el yo poético se presenta
nombrando aquellos lugares en que podemos encontrarlo –un poema, una cama, la
fidelidad, ciertos recuerdos y olores–, pero al mismo tiempo nos advierte que
en esos mismos lugares esenciales, allí él también se pierde. Otro buen ejemplo
de la consciencia de lo propio en relación con lo ajeno es el letal poema “El
enamorado” que dice: “Cuando encontré la respuesta / a tu insistente /
pregunta, ya estábamos / bajo tierra”.
Hay un verso que me resuena una y
otra vez cuando intento pensar sobre este libro, uno que dice: “la salud como
vehículo”. Creo que Impar es
exactamente eso. Para quien escribe: Una manera saludable de autoexaminarse y
de pararse frente al mundo, de andarlo, sólo o acompañado, de llegar a otros
lados. Para el lector: un modo de sumarse a la poeta en esos caminos, de
hacerlos propios y reescribirlos.
Intuyo que Impar es también una manera de sanar. De seguro, el modo en que
Agustina está construyendo su yo poético hoy es distinto, se encuentra y se
pierde en otros lados, aprehende de otras cosas y es gracias a este tránsito que
se permitió y que nos permite y nos propone en estos poemas.
No se me escapa tampoco, el
vínculo que ella, más allá de su poesía establece con lo saludable. Basta ver
el modo en que sabe hacer de su celiaquía algo distinto, suelto, abierto. Y
tampoco se me escapan esas referencias a los arcanos del Tarot que pueblan los
títulos de los poemas de este libro. Hay
ahí una clave. Una traducción. Un tráfico de nutrientes. Un reconocerse a uno,
más allá del otro, no como un acto religioso de contrición sino como un gesto
de auténtica libertad
Dice Agustina en el inicio del
libro, casi como agradecimiento, que Impar
es sinónimo de renacer. Yo lo leo y lo siento con esa frescura y esa
naturalidad y esa fuerza de lo recién nacido. Sólo espero, que como a mí, a
todos los lectores, logre contagiarles esa salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario