Horacio Fiebelkorn sobre Punk Rock, de Walter Lezcano

Sobre Punk Rock, de Walter Lezcano
zindo & gafuri, 2017

Texto leído en la presentación





   Pienso en las razones que llevaron a Walter a pedirme que presente su libro Punk rock.
   Una, tiene que ver con la simpatía y el hecho de haber leído juntos y haberla pasado bien algunas veces. Y ahora además, por segunda vez, compartimos catálogo.
   La otra es hipotética: acaso me ve como un rockero veterano, aunque a esta altura soy más lo segundo que lo primero, y mi relación con el punk, a inicios de los 80, duró lo que una canción punk: dos minutos y monedas. El pogo nunca me necesitó.
  Dicho esto, y luego de leerlo por segunda vez, me da por pensar que Punk rock, novela en verso según define Walter, más que un retrato en código generacional, se va convirtiendo en una elegía pos-adolescente. Ojo, no una elegía en tono sentimental y pavote. Son los jirones de los años en que la materia de lo real se impone inapelable. No somos los genios que creímos ser en una noche de borrachera, y la magia que atribuimos a nuestros ídolos, no viene a los tres acordes que tocamos en la viola. El punk de los suburbios, no el del anglófilo barrio de Belgrano.
   Punk rock es el tránsito rumbo a ese borde.
   Porque no viene a vernos tocar esa persona que nos interesa. Desafinamos, todo es feo y absurdo. 
   Porque mientras tanto nos sorprende que alguien toque porque ama la música o busque un “algo indefinible”. Están locos, no quieren dinero ni chicas. Para qué es el rock and roll, sino para ganar dinero y convocar la atención de las chicas?
   Así, el rock and roll como fantasía arltiana: salvarse para siempre con una banda. Ni rosas de cobre ni medias que no se corren: una banda punk. Pero eso no les funciona a todos. No todos los que juegan en inferiores llegan a primera.
   Como es una novela en verso, o un largo poema narrativo, se nutre, como todo poema, de su propio fracaso. Y deja caer, como al descuido, estos versos:

“Los cables no saben
qué hacer”.

   Dos versos maravillosos, la punta de la mecha: salidos, parece, de un arrebato, o dichos como al pasar, escapan de todo plan representacional. En versos como éstos,  Lezcano salta por encima de cualquier propósito. Le hace una zancadilla al pogo del lector, con los versos más punks del libro, los que te hacen parar la oreja, los que discuten con la fantasía de personajes obsesionados con el look como camino a una idea de “éxito” comprada en Sprayette.
   ¿Importa establecer en qué linaje literario se ubica Punk rock? No a mí. En todo caso, que lo diga otra gente.
    Me interesa, sí, decir que como todo lo que es en verso (y el verso es la prueba fatal para cualquier prosa, porque no tolera una sola palabra al pedo) brilla en la fisura, es una narración llena de silencios, como todo poema que se precie. Es su mérito, y no es poco.


Horacio Fiebelkorn 
  
   
   

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